
Johannesburgo (DPA). Si es cierto que lo bueno viene en envase pequeño, entonces se entiende más fácil aún que Wesley Sneijder sea una de las estrellas del Mundial de Sudáfrica.
En la televisión, los futbolistas suelen parecer gigantes y estallar de músculos. En la realidad, la mayoría de ellos son básicamente pequeños, fuertes y compactos. Así son los futbolistas “estándar”, así es Sneijder.
“Muchos piensan, por el estereotipo holandés, que somos livianos y “voladores”. No es así. Podemos ser pequeños, pero tenemos corazón, tanto corazón…”, dijo recientemente Sneijder, hombre a seguir en la final del domingo entre Holanda y España.
Es así: Sneijder reparte tanto fútbol en sus 170 centímetros, que debería en realidad tener la altura de un jugador de la NBA. Hábil con las dos piernas, genial en los tiros libres, motor incansable y preciso en los pases, el “10” de Holanda es un jugador que cualquiera sueña con tener en su equipo.
Cualquiera, salvo Florentino Pérez, el presidente del Real Madrid, que no hizo caso a su entonces entrenador, Manuel Pellegrini, y vendió a Sneijder al Inter de Milán.
En una venganza del destino, Sneijder fue protagonista a fines de mayo de la final por la Liga de Campeones que el Inter ganó al Bayern Múnich en el estadio Santiago Bernabéu, el mismo que vio caer a los blancos en los octavos de final ante el Olympique de Lyon.
Pérez “debe estar mortalmente avergonzado”, escribió recientemente el periódico sudafricano “The Star”.
Sneijder sabe que su valor de mercado se multiplicó, pero a sus 26 años, considerada la edad ideal de un jugador, lo único que le importa es el fútbol, cerrar con gloria la historia que su padre inició cuando llevó a él y sus dos hermanos a la escuela del Ajax de Ámsterdam.
SUS INICIOS
“Yo jugaba en la calle, pero allí aprendí mucho. Y desde entonces trabajé todos los días, busqué siempre mejorar mi control de la pelota, mi pegada, mis pases”, dijo recientemente el mediapunta a la televisión sudafricana, que no entrenó hoy para preservarse de cara a la final.
Tanto esfuerzo rindió sus frutos. “El mejor jugador de este Mundial no será Messi ni Cristiano Ronaldo: será Wesley Sneijder”, dijo a DPA el holandés Ruud Gullit días antes del inicio de Sudáfrica 2010.
Dicho y (casi) hecho. Sneijder suma cinco goles, los mismos que el español David Villa. Ante Brasil convirtió los dos tantos de la victoria -uno, desviado por Felipe Melo, fue gol del holandés gracias a la generosidad del departamento técnico de la FIFA- y ahora sólo tiene por delante un partido más.
Un gol, un triunfo, un título Mundial tras dos finales perdidas. No pide poco Sneijder, quizás porque sabe que tiene con qué.
En la televisión, los futbolistas suelen parecer gigantes y estallar de músculos. En la realidad, la mayoría de ellos son básicamente pequeños, fuertes y compactos. Así son los futbolistas “estándar”, así es Sneijder.
“Muchos piensan, por el estereotipo holandés, que somos livianos y “voladores”. No es así. Podemos ser pequeños, pero tenemos corazón, tanto corazón…”, dijo recientemente Sneijder, hombre a seguir en la final del domingo entre Holanda y España.
Es así: Sneijder reparte tanto fútbol en sus 170 centímetros, que debería en realidad tener la altura de un jugador de la NBA. Hábil con las dos piernas, genial en los tiros libres, motor incansable y preciso en los pases, el “10” de Holanda es un jugador que cualquiera sueña con tener en su equipo.
Cualquiera, salvo Florentino Pérez, el presidente del Real Madrid, que no hizo caso a su entonces entrenador, Manuel Pellegrini, y vendió a Sneijder al Inter de Milán.
En una venganza del destino, Sneijder fue protagonista a fines de mayo de la final por la Liga de Campeones que el Inter ganó al Bayern Múnich en el estadio Santiago Bernabéu, el mismo que vio caer a los blancos en los octavos de final ante el Olympique de Lyon.
Pérez “debe estar mortalmente avergonzado”, escribió recientemente el periódico sudafricano “The Star”.
Sneijder sabe que su valor de mercado se multiplicó, pero a sus 26 años, considerada la edad ideal de un jugador, lo único que le importa es el fútbol, cerrar con gloria la historia que su padre inició cuando llevó a él y sus dos hermanos a la escuela del Ajax de Ámsterdam.
SUS INICIOS
“Yo jugaba en la calle, pero allí aprendí mucho. Y desde entonces trabajé todos los días, busqué siempre mejorar mi control de la pelota, mi pegada, mis pases”, dijo recientemente el mediapunta a la televisión sudafricana, que no entrenó hoy para preservarse de cara a la final.
Tanto esfuerzo rindió sus frutos. “El mejor jugador de este Mundial no será Messi ni Cristiano Ronaldo: será Wesley Sneijder”, dijo a DPA el holandés Ruud Gullit días antes del inicio de Sudáfrica 2010.
Dicho y (casi) hecho. Sneijder suma cinco goles, los mismos que el español David Villa. Ante Brasil convirtió los dos tantos de la victoria -uno, desviado por Felipe Melo, fue gol del holandés gracias a la generosidad del departamento técnico de la FIFA- y ahora sólo tiene por delante un partido más.
Un gol, un triunfo, un título Mundial tras dos finales perdidas. No pide poco Sneijder, quizás porque sabe que tiene con qué.
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