He llegado a la final del Mundial con la calca exacta de alguna extraña buena fe que a estas horas de la madrugada, el viejo Vicente del Bosque devora previo al duelo final contra Holanda, en pos de la mejor gloria. Llegué a la final de la máxima fiesta del fútbol colmado de las mismas ojerizas y evidentes gestos de extravío y malanoche que Dunga tuvo después de cada uno de los goles con que Sneijder, de Holanda, sacó a Brasil de la Copa del Mundo. En suma, llegué a la final casi casi como acabó el ‘Tata’ Martino al final de los penales de Paraguay con Japón y como el ‘muelón’ Suarez o Forlán luego del pitazo final, tras su eliminación a manos de Holanda, es decir todavía en sobresaltos.
Fui quien estuvo a cargo de realizar la cobertura de madrugada del Mundial, desde Lima. Siguiéndoles la pista a los dos enviados especiales del diario a Sudáfrica, editando y cotejando los cables informativos que llegaban a cada minuto y redactando todo cuanto tuvo que ver con las selecciones en competencia hasta el momento previo a sus respectivos partidos.
Cuando el jefe de sección me encargó hacerme cargo de este turno, es decir desde que amanecía en Sudáfrica (hay siete horas de diferencia respecto de Perú) durante los días que durara la Copa del Mundo, pensé que sería una labor muy parecida a la que hacía día a día, o más bien tarde a tarde en la redacción, donde generalmente desarrollo notas de política y locales. Inconscientemente me sentí avalado porque años atrás cuando fui redactor de policiales en otro diario también pasé por este turno, aunque una temporada corta. Y porque mi experiencia más cercana en este horario había sido hace poco menos de un año, en un semanario donde cada edición se cerraba a punta de portentosos caldos de gallina y café negro, obligados. Pero no tomé en cuenta que ahí podía burlar la noche, pues había ‘horas muertas’ que permitían dormir algunos valiosos minutos en la camioneta, entre comisión y comisión, o en el teclado de la computadora mientras se trabajaban otras notas en paralelo.
Aquí noche a noche fui descubriendo que eso era imposible.
Desde la noche previa al Mundial, cuando Shakira inauguraba la fiesta al compás del “Waka Waka” y la bisnieta de Nelson Mandela moría en un accidente de tránsito, el torrente de información vertida por las agencias de noticias, con pormenores de lo que ocurría en las concentraciones, los estadios, la salas de prensa y hasta en las calles del país africano ha sido tal que dejó poquísimo para siquiera pensar en cerrar los ojos.
Ha escrito Ronny Isla, mi compañero y temporal ‘camarada lechucero’, acerca del ritmo vertiginoso que imponía la agenda diaria, con la carga de información que había que clasificar, ordenar y priorizar. Y no le falta razón. Las previas de los partidos del día, las declaraciones en torno a estos choques, la confirmación de alineaciones, la última palabra de los técnicos y el reporte de David Hidalgo, desde Sudáfrica a partir de las 5 a.m., entre otro montón de cosas, conformaban un engranaje que no paraba. Que no ha parado, corrijo, porque mientras escribo este post (04: 55 a.m.), Fox Sports transmite que miles de españoles han comenzado a invadir las calles de sus localidades para ver la gran final en pantallas gigantes que sus municipios han instalado. Y eso … “es nota”, como se dice por acá.
A estas alturas puedo decir que conocí casi al dedillo la interna de cada selección, por lo menos de las sudamericanas y de las que pasaron a la segunda fase, puesto que la mayoría fue motivo de notas con ángulos distintos. Lo más triste, y paradójico, es que justo a aquellos equipos que dejaba, digamos, en la puerta del túnel a punto de salir a la cancha, no los vi jugar un solo partido completo. Mientras en Sudáfrica comenzaba la jornada y un grupo de compañeros ya hacía los encuentros, minuto a minuto, en la Redacción, con sus respectivas reacciones o sucesos posteriores, yo iba a casa y dormía. O dormía yendo a casa. Y dormía cuánto se podía.
Por ello, solo recuerdo entre sueños haber visto en vivo la heroica corrida de Donovan, que le valió a Estados Unidos estar en segunda fase; el rostro sangrante de Piqué tras el gol que le costó la derrota a España en el debut frente a Suiza y apenas un gol de los cuatro que le encajó Alemania a Inglaterra y a Argentina.
Mi verdadero Mundial en directo, me lo jugué en el mismo parque de San Miguel a donde voy con mi hijo hace cuatro años. Siempre hemos tomado las bancas del centro para usarlas como arcos en partidos de rutina, pero durante el último mes fuimos ‘mundialistas’ y así, desde que él fue Forlán y yo Henry, jugando nuestro Uruguay – Francia la tarde de la fecha inaugural, me fui enterando también por sus comentarios de los resultados en la verdadera Copa del Mundo. Casi de esa edad, en el Mundial de 1986, yo hacía algo parecido con mi viejo. Tal cual mi hijo me precisó el gol del ‘Guaje’ Villa a Portugal recuerdo que conté al detalle el que para mí ha sido el mejor gol que le vi a Maradona: el segundo a los belgas en semifinal.
Para este lunes ya está pactado el encuentro: Apenas él regrese del colegio y yo ya no despierte tan pesadísimo ni cafeinizado jugaremos la gran final. Ha pedido ser Puyol y yo Robben. La diferencia será que para esa tarde no ignoraré el resultado de la gran final en Sudáfrica, porque esta mañana de domingo termina la chamba de madrugada e iré contra todo síntoma de cansancio y/o sueño para ver el España – Holanda completo.
De madrugada, todo en la redacción me ha parecido estar guiado por un orden inexpugnable. Por una tranquilidad de acero, por un equilibrio casi celestial. Encontré, junto con la tensión del trabajo un sosiego y una certidumbre imposible de hallar aquí en algún otro momento del día. La única máquina que sonaba era la mía, los únicos pasos que sentía la mayoría de las veces eran los míos. También mis más clamorosos reclamos cuando, como hoy, último día, el sistema interno se colgaba. He ingerido cantidades industriales de café porque nunca conseguí dormir las horas previas al turno que tuve, pero me resisto a creer que por eso también he escuchado pasos en las secciones contiguas, cerrarse de súbito la puerta de vidrio que tengo a unos cinco metros de mi posición y algunas veces, apagarse sin más ni más el plasma de 32 pulgadas nuevo. La última de ellas cuando el peor de los Maradonas que vi preguntaba, entre ‘canchero’ e hilarante, al alemán Schweinsteiger si estaba nervioso. Luego le pintaron la cara. De las pocas cosas que valdrían la pena olvidar.
Al Final se corono campeon el que quizo jugar la final con futbol y no con patadas, Viva España!!!, Viva la Madre Patria!!!, Viva el Futbol!!! , Felicidades campeones!!!
No hay comentarios:
Publicar un comentario